Lucio Fontana. En las colecciones públicas argentinas

Se ha dicho en reiteradas ocasiones que los argentinos somos europeos en el exilio. Italia fue, desde la fundación de nuestra nación, una referencia ineludible no solo por el acogimiento de la inmigración proveniente de aquellas tierras y su potente influencia en la cultura argentina, sino, como en el caso específico de las artes, por lo que de modelo oficia en la memoria visual del país. Y esto se debe, en primer lugar, a la calidad, tradición y prestigio histórico del arte peninsular, pero también al viaje iniciático emprendido por generaciones de artistas hacia la cuna tanto del arte clásico como de las más osadas vanguardias estéticas. Basta recordar la irrupción fundacional de Emilio Pettoruti en su retorno a la Argentina, cargado del bagaje futurista, o a sus antecesores Ángel Della Valle y Reynaldo Giudici, quienes signaron el inicio del arte argentino con sus creaciones de matriz italiana.

Pero el caso de Lucio Fontana cuestiona la dirección del vínculo: lo vuelve una zona de pasaje, una deriva de ida y vuelta. Pues sus viajes entre ambos países y su posterior radicación en Italia significaron la universalización de una vanguardia que, si bien reconocía su inspiración europea, se había constituido en la Argentina. La pieza que invade como un parteaguas es, sin duda, el Manifiesto Blanco, del que se exhibe, por primera vez en el Museo Nacional de Bellas Artes, uno de los pocos ejemplares originales. Texto programático escrito bajo la dirección de Fontana en 1946, contraría la tradición de las vanguardias en lo que hace a la pretensión de autonomía de las artes, en tanto interpela a la ciencia, que, aduce, produce un cambio en la naturaleza humana; su rol habría de permitir un arte acorde a los nuevos tiempos. En frases como “Vivimos la edad de la mecánica. El cartón pintado y el yeso erecto ya no tienen sentido”, típica de todas las tradiciones rupturistas que dan por concluida una etapa histórica, hay una invocación a la actualización de las artes, formas espirituales de cada época, que han de ponerse a tono con la revolución tecnológica en curso. La marcha hacia el movimiento y el espacio, sujetos a una nueva temporalidad, sostiene el texto, requiere descartar el lastre del arte tal como surgió del Renacimiento, del cual, incluso las vanguardias previas que lo impugnan, permanecen cautivas. Ha de haber un corte. Un tajo. Acción, movimiento, tiempo serán los ejes del nuevo arte. No obstante, en un novedoso giro conceptual, el autor postula que no es el racionalismo contemporáneo –padre de la ciencia, a la que le reclama nuevas bases materiales para el despliegue artístico–, sino el retorno al gesto del hombre primitivo, al subconsciente, el que ha de abrir otro campo de experimentación del que saldrá la obra de arte nueva, integral, que resuelva la escisión entre naturaleza y cultura promovida por la Modernidad. Allí radica una de las claves de la futura poética que Fontana desplegará en Italia a través de sus múltiples registros artísticos.

La exposición Lucio Fontana, en las colecciones públicas argentinas recorre su trayectoria desde sus magníficas esculturas figurativas hasta sus experimentaciones en torno a los famosos Conceptos espaciales, con los que proponía una expansión de la bidimensionalidad de la pintura.

La muestra, que abunda en un registro elocuente de la experimentación plástica del artista ítalo-argentino, da cuenta de la presencia de Fontana en las colecciones públicas de nuestro país, e incluye obras del acervo de los museos Nacional de Bellas Artes; Provincial de Bellas Artes “Emilio Caraffa”, de Córdoba; Municipal de Bellas Artes “Genaro Pérez”, de Córdoba; Castagnino+macro, de Rosario; Provincial de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez”, de Santa Fe; de Artes Plásticas “Eduardo Sívori”, de Buenos Aires, y Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti”; de La Plata; del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto; de la Fundación Klemm - Academia Nacional de Bellas Artes y de la Fundación Espigas - Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

Por último, quiero agradecer a Fernando Farina, con quien realizamos la curaduría de la exposición, a la Sociedad Italia Argentina, a la Embajada de Italia en Argentina, al Instituto Italiano de Cultura, a las personas e instituciones involucradas y a la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes.

Andrés Duprat
Director
Museo Nacional de Bellas Artes

 

Lucio Fontana
En las colecciones públicas argentinas

Desde el 28 de Abril al 30 de Julio 2017
De martes a viernes de 11 a 20hs,
sábados y domingos de 10 a 20hs
Sala Sala 33 "Antonio Berni" (primer piso)
Curador/a Andrés Duprat y Fernando Farina

MNBA | Museo Nacional de Bellas Artes
Av. del Libertador 1473
Ciudad autónoma de Buenos Aires