Mondongo. Tres

Otra vez son tres, junto a Sergio Bizzio, los creadores de los más de 200 dibujos inéditos que podrán verse en sala y en forma de libro. Esta tríada artística entiende de omnipresencia, de divinidades, de creación de mundos y de fantasías. También sabe de pecados y de excesos, y no necesitan distinguir el bien del mal para seducirnos con su cosmogonía.

Mondongo. Son tres las madrigueras a las cuales los artistas nos invitan a perdernos entre marionetas, paisajes oníricos, sueños rotos, especies de cadáveres exquisitos y túneles sin tiempo.

Tres
por Albertina Carri

Escriba la palabra miedo mil veces en el pizarrón y luego de eso vomite sobre sus propias entrañas, esas que funcionan como engranajes perfectos del predominio de un sistema de pensamientos que florecen a fuerza de vulnerables. Vomite sobre esas entrañas que lo dominan a pesar de todo lo que usted se cuestiona de la existencia. Luego, debe escribir la palabra poder, una sola vez y quedarse doce mil horas mirádola fijo, que la palabra atraviese ese vómito con todo su poder semántico, lejos de todas las lenguas que le enseñaron. Hasta que le estallen los ojos y muten en rayos de un laser no debe moverse de ahí. Después de ese ejercicio, recién después, tal vez usted pueda asimilar –en un sentido venereo y/o carnal, animal, femenino, explotado y amorosamente apocalítico– en su cuerpo de marioneta, el estado de exorcismo que este TRES (se)(nos)(le)propone.

El esfuerzo de los brazos levantados durante horas escribiendo más allá de nuestra altura, podría ser ese dorado a la hoja que nos baña de una tonalidad cálida, para llevarnos en finas capas al recuerdo –de nuevo–, de los desclasados. El esfuerzo del trabajo, las manos ajadas, las monedas rotas, los huesos rotos, las muertes efí meras, los rituales de la muerte helados hasta desvanecerse, los gatos que aullan en agudo escandaloso y un tunel en degradé de rojos. La fábula duele y asusta, no por fábula sino por moral: todo comienza con una quimera, el dolor de muchos y el consuelo de pocos, 82 mil clavos en una cama de fakir forman un dólar que flota, y que duele, frente a la que sangra merca, la que se columpia mañiatada. Al vómito de lo convencional se llega, y a no sentir pánico, ni locura, ni hasta goce ante la palabra poder, después de estar con ella: la de las ropas rotas, la de los auriculares, la de la teta afuera, la sin límite; la de la mano bella.

Aunque probablemente el ejercicio será al revés porque nadie está dispuesto a tanto en esto mundo. Entonces usted, después de atravesar el TRES de Mondogo, después de sentir el gramófono/túnel/pasillo/decorado gigante de dorados, rosas y rojos de retazos en desuso de modas pasadas. Después de sentir a ese espíritu santo pagano, vejado por una cultura que en su fantasma apoyó masacre y destrucción. Después, entonces después, usted sentirá la necesidad de escribir la palabra miedo con dolor en los brazos y mirar la palabra poder con las pupilas inyectadas en sangre. Y tal vez así el bálsamo de lo colectivo que nos propone la sala del medio, –la que fue diseñada junto a su compañero de andanzas Bizzio–, nos devuelva al ánimo una mirada de rayo verde que nos lleve hasta los nidos enramados que hacen de cúpula sobre los nueve anillos del infierno del Dante. Ahí es donde habitamos como marionetas de un dios despiadado, en ese infierno de mesquindad dorada, de pesadillas repitadas; pero hay otras arterias por las que tomar y retomar nos dicen a mano alzada, Mondongo y su aliado. En el espacio intermedio, que es el comienzo de todo relato; en el encuentro, en el incosciente, que nunca es individual ni colectivo.

Lo que Mondogo hace es político, en el peor de los sentidos de lo no figurativo que pueda tener la política. Están dispuestos a todo y no le temen a nada; eso, da miedo, y es lo sagrado que ellos tienen ante un mundo que se mira a si mismo con cortesía y apego. Despojados de todas las lenguas, encontrados en todos los lenguajes, la escultura, la pintura, el dibujo, la música, la performance, el arte, la literatura –en los extravagantes títulos de los dibujos- y la sastrería, construyen una lengua más en el interior de la propia lengua y llenan de reflexiones y pensamientos subersivos a las imágenes oficiales de la comunidad. Porque como dice Jean-Luc Godard, una imagen nunca está sola, existe en relación con las que las preceden o las siguen, existen contra un fondo. Ellos ( los Mondongo) lo saben de memoria. Y tal vez usted, tal vez nosotros, podamos empezar a entenderlo, a asirlo en nuestros huesos, después de este desmesurado y necesario TRES.

TRES
Mondongo
Sep/oct 2017
Barro Arte Contemporáneo
www.barro.cc

 

Mondongo
Tres

Desde el 9 de Septiembre al 14 de octubre de 2017

Galería Barro Arte Contemporáneo
Caboto 531
Ciudad Autónoma de Buenos Aires