Marina Abramovic, la abuela de la performance, ganó el Premio Princesa de Asturias de las Artes

La artistas serbia, de 74 años, obtuvo el prestigioso galardón internacional por una obra que “explora los límites del cuerpo y la mente en la búsqueda de la libertad”; entre otros reconocimiento obtuvo el León de Oro en Venecia y visitó Buenos Aires en la Bienal de Performance de 2015

 

A los 74 años, Abramovic fue reconocida por su “valentía y entrega al arte absoluto”.
ANDREJ ISAKOVIC - AFP

 

La artista serbia Marina Abramovic, pionera del género de la performance, ganó el Premio Princesa de Asturias de las Artes por un trabajo que explora “los límites del cuerpo y la mente a través de performances arriesgadas y complejas en una constante búsqueda de libertad individual”, según el fallo del jurado del prestigioso certamen español.

A los 74 años (nació en Belgrado en 1946) y con una trayectoria de más de cinco décadas, la “abuela” de la performance fue reconocida por una forma de expresión artística que tiene un fuerte “componente sensorial y espiritual, anteriormente no conocido”. También, por su “valentía y entrega al arte absoluto”.

Formada en la Academia de Bellas Artes de Belgrado y en la Academia de Bellas Artes de Zagreb (Croacia), Abramovic empezó en la década de 1970 a explorar el camino de lo performático con la serie “Ritmo”, en la que ya mostraba las claves de su trabajo y la utilización de su propio cuerpo como parte de la obra. Entre otras obras, es autora de las series Lips of Thomas y Barroco balcánico.

En Ámsterdam en 1976, Abramovic conoció al artista de performance germano-occidental Uwe Laysiepen, quien usaba el nombre de Ulay. Durante los doce años de trabajo en colaboración, gestaron una entidad artística única e individual, que trascendió los límites de lo público y lo privado. Se separaron en 1988 con una performance conmovedora: The lovers: The Great Wall Walk (Los amantes: una caminata por la Muralla China): Marina y Ulay, quien murió en 2020, recorrieron la gran muralla (cada uno desde un extremo) y se encontraron en el medio para despedirse. “Muchos amigos me decían: ¿para qué vas a hacer algo tan dramático? ¿Por qué no lo llamás por teléfono y listo? Pero nosotros jamás abandonamos un proyecto”, dijo la artista sobre aquella performance desgarradora. Tras nueve angustiantes días y 2500 kilómetros de viaje, se abrazaron por última vez.

En la icónica The Artist is Present, que presentó en 2010 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, se reencontró con Ulay. Siempre protagonista de sus piezas, la artista permaneció sentada inmóvil en una silla durante tres meses (aproximadamente unas 700 horas), mientras miraba a los ojos a los visitantes que se sentaban frente a ella. Al principio nadie quería ocupar la silla hasta que a partir del quinto día el público se acercó. “Una persona se sentó frente a mí durante 7 horas y luego volvió durante los tres meses en distintas oportunidades. Lo conocí mejor que a mi hermano o a mi familia: su mirada revelaba mucho. Descubrí tristeza, inseguridad en muchas personas. Algunos lloraban; yo también lloré”, recordó la artista, que experimentó una transformación profunda durante el proceso y llegó a sentirse “otra persona”.

En 1997, Abramovic recibió el León de Oro a la mejor artista en la Bienal de Venecia por la pieza Balkan Baroque, Ocho años después ofreció en el Solomon R. Guggenheim Museum (Nueva York) “Seven Easy Pieces”, donde en siete noches consecutivas recreó los trabajos de artistas pioneros de la performance en los años sesenta y setenta, además de dos obras propias, “Lips of Thomas” y “Entering the Other Side”.

La performer suele definirse como una “soldado del arte”, acaso por ese afán de convertir a su cuerpo en el objeto de un trabajo que va más allá de la anatomía y tiene como propósito explorar desde ella misma las posibilidades del límite. “La gente piensa con nostalgia que antes las performances eran más radicales. Te cortabas, te desnudabas, pero ahora son un proceso más mental. Entonces, tu público podían ser diez personas, así que en verdad casi nadie las vio. Los museos aceptan hoy las performances como el vídeo o la fotografía, pero ha llevado mucho más tiempo ganarse el respeto. Ha habido un cambio radical: cuando empecé me querían encerrar en un manicomio porque creían que estaba loca, y hoy me alaban”, declaró al diario El País en 2015.

Ese mismo año, Abramovic participó de la Bienal de Perfomance que tuvo lugar en Buenos Aires con una puesta que se desarrolló en el Centro de Experimentación de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y de la que participaron más de 2.500 personas, quienes se sometieron a una experiencia energética para liberarse de las contantes distracciones del mundo moderno, sin aparatos tecnológicos y en total silencio.

La idea del denominado “Método Abramovic”, que la artista viene difundiendo en varias partes del mundo y que han practicado celebrities como la cantante Lady Gaga, es lograr una profunda introspección a través de una serie de ejercicios que apuntan a “limpiar la casa” -es decir, mente y cuerpo-, en palabras de la propia artista.

El Princesa Asturias de las Artes, que el pasado año recayó de forma conjunta en el italiano Ennio Morricone -fallecido poco después a los 91 años- y el estadounidense John Williams por sus emblemáticas composiciones que han servido como bandas sonoras a cientos de películas, es el primero de los ocho galardones convocados anualmente por la Fundación que lleva el nombre del título de la heredera de la Corona en fallarse, y que este año alcanzan su cuadragésima primera edición.

Dotados con 50.000 euros (56.700 dólares), es uno de los reconocimientos más prestigiosos de las artes, las ciencias sociales y el deporte, entre otras disciplinas. El miércoles 19 de mayo, el jurado de la categoría Comunicación y Humanidades anunciará el ganador de la edición 2021. Y el 9 de junio se conocerá quién recibirá este año el Princesa de Asturias a las Letras. En 2020, lo ganó la poeta Anne Carson.

Fuente: La Nación