Que el pensamiento se mueva. Muestra colectiva

Al mirar el trabajo del pintor lo que se ve son movimientos sincronizados; lo que se ve es el gesto de pintar. Para decirlo de un modo elemental: “algo” se mueve. Más, tan pronto como se intenta denominar ese “algo”, empiezan las dificultades” (Vilém Flusser, Los gestos, 1991)
Comencemos por aquello que puede verse en un primer recorrido de las obras de Mariana, Milton e Ignacio. Una materialidad pictórica que incluye óleo, acrílico, tinta, pasteles, lienzo y papel. Unas imágenes de múltiples colores o prácticamente monocromas se expanden a través de la superficie de forma más y menos orgánica, más y menos geométrica, en figuras minúsculas y patterns llenos de detalles, casi gráficos, hasta grandes siluetas, manchas y trazos fuertemente expresivos o bien de cierto lirismo. Predomina la abstracción, así como un tratamiento sensual y vibrante del color y la forma en sus mutuos contactos, en los efectos de transparencias y chorreados, en las sucesivas capas que se dejan ver como en palimpsesto, en las tramas y texturas que se replican infinitamente o bien en los elementos singulares, igualmente prolíficos, que habitan las imágenes.

De este recorrido algo se manifiesta a través de las obras y es el gesto de cada artista, las huellas de su trabajo, desde unos movimientos expansivos, rápidos, por momentos automáticos, hasta otros meticulosos, delicados. En todo caso, las obras tienen la capacidad de transmitir de forma original el tiempo y el ritmo de cada hacer. Y, en este sentido, las obras tienen igualmente la facultad de abrir una escena, aquella del taller, de la labor y sus días, del gesto de comenzar y recomenzar, de probar y experimentar, de dejarse absorber por la superficie del lienzo o del papel y también de alejarse, tomar distancia, para volver a mirar y proyectar. Probablemente lo mismo pueda decirse de otras obras y otros artistas, aunque en el caso de Mariana, Milton e Ignacio, creo, esta invitación a imaginar el proceso a través de las obras se vuelve un rasgo distintivo y un camino para volver sobre las reflexiones de Flusser: en el gesto de pintar algo se mueve –y no está pensando en aquel de la mano y el pincel, aunque esté presente –, más aun, algo nos mueve, nos afecta.

El trabajo de Mariana combina formas entre orgánicas y abstractas. Compone figuras macizas, de estructura sintética y a la vez fluida, liviana. Se interesa particularmente por el color y por los efectos de paletas abundante, aunque sutilmente calibradas. Desarrolla un imaginario frondoso que pone a jugar procesos y estados vitales propios e íntimos con lecturas y transposiciones diversas que, en el caso de algunas de las obras aquí expuestas, explora los ciclos femeninos. El trabajo, realizado en sucesivas etapas, encuentra un punto final y, sin embargo, su dinámica interna también nos invita a imaginar un mundo abiertos a futuras transformaciones, vivo.

En el caso de Milton, sus obras nos hacen pensar en mundos biológicos microscópicos o en la inmensidad de paisajes cósmico para tornarse igualmente en retícula geométrica mínima o ricos esquemas ornamentales. La experiencia visual resulta inicialmente vertiginosa, profusa e inesperada, producto de la combinación y yuxtaposición de patrones geométricos, así como de superficies y líneas de color intenso. Sin embargo, como en un ejercicio de focalización de figura y fondo, si se da paso a la observación del detalle se llega también a un estado opuesto: aquel de la concentración y del ritmo más lento donde las figuras en su construcción más simple se multiplican con minuciosa laboriosidad. Algo se precipita y a la vez se acompasa y con ese pulso la pintura crece, se expande y prolifera.

Las obras de Ignacio combinan, por un lado, la delicada textura del papel de arroz con trazos y machas de tinta sumamente expresivos y enérgicos que nos hacen pensar, a pesar de su abstracción, en espesos bosques y capturas de reflejos de luz plasmados a gran velocidad como quien busca capturar un estado, un instante, un acontecimiento fugaz. Por otro lado, el trabajo en lienzo con una multiplicidad de materiales, texturas colores y capas sucesivas de todo tipo de formas pictóricas conforman un paisaje implosivo, caótico cuya matriz, sin embargo, parece regula su propia armonía secreta.

El gesto de pintar es un movimiento libre –nos dice Flusser– cuya dinámica de saltos temporales va del presente al futuro, del futuro al presente y vuelta hacia delante. Se trata de un pasaje fluido entre el autoanálisis, el control y la reformulación constante de su propio significado. El juego de gestos aquí trasciende el entendimiento y la comprensión causal, para moverse entre la percepción sensible, la emoción y la sensibilidad hasta la idea, expresando y articulando aquello que la razón no puede hacer de la misma manera. Algo se mueve, y así los gestos movilizan encuentros entre materialidades heterogéneas, reconfigura programas visuales ya transitados, crea vínculos intersubjetivos, da lugar a procesos dinámicos y vivos. La condición para que ello suceda es hacer que el pensamiento se mueva y, a la vez, dejar que ello suceda. Ir al encuentro de la imagen y dejarse afectar por su presencia. Las obras de Mariana, Milton e Ignacio son una ocasión, una apertura a ese doble movimiento.

Fernanda Pinta
Buenos Aires, septiembre de 2021

 

Artistas participantes:
Mariana Guerrero, Milton Kalbermatter e Ignacio Valdez

 

Que el pensamiento se mueva
Muestra colectiva

Desde el 22 de septiembre al 29 de octubre de 2021

Galería Palatina
Arroyo 821
Ciudad Autónoma de Buenos Aires